Raquel, una mujer agria e introvertida, lleva 23 años trabajando de nana para los Valdés, una numerosa familia de clase alta. Un día, Pilar, su patrona, contrata a otra nana para ayudarla. Raquel, sintiendo peligrar su lugar en la familia, espanta a la recién llegada con crueles e infantiles maltratos psicológicos. Esto se repite una y otra vez hasta que llega Lucy, una risueña mujer de provincia, que logra penetrar la coraza de Raquel y cambiar su forma de ver la vida.
Corría enero del 2009, cuando nos enterábamos por la prensa que
“La Nana”, una cinta chilena de bajo perfil hasta ese momento y de la que muy poco se sabía a nivel comercial, se quedaba con el premio a
Mejor Largometraje Dramático Internacional en el Festival de Sundance, EEUU, evento reconocido como el más importante que premia al cine independiente en el orbe. Además, su protagonista,
Catalina Saavedra, obtenía también un premio especial por parte del jurado por su rol en la cinta. Desde ese momento, comenzaba una expectativa pocas veces vista en el cine chileno en torno a este film, dirigido por
Sebastián Silva.
El fiel reflejo de innumerables mujeres en este país y en todo Latinoamérica, un reparto de excepción conformado por
Catalina Saavedra, Claudia Celedón, Alejandro Goic, Mariana Loyola, Anita Reeves, Andrea García-Huidobro, Luis Dubó y
Delfina Guzmán. Un mundo para muchos distante es el que vemos de manera opuesta. En
“La Nana” vemos la otra cara de la moneda, en la que poco nos interiorizamos o en la que simplemente no queremos ver.
Mucho más allá de pretender ser una crítica social o de acabar siendo un trabajo de rápida conmoción, Silva, a través de una cámara omnisciente, a pulso y en constante movimiento, mezclada con planos a distancia para luego volver a primerísimos primeros planos; sigue los pasos de Raquel, la que almuerza sola en la cocina mientras la familia se reúne en comunidad; la que pone en marcha al hogar desde las 6 de la mañana, siendo la primera en levantarse y la última en volver a su habitación; la que conoce cada una de las mañas y requerimientos especiales tanto de sus patrones como los de sus queridos niños; y a la que le intentan alivianar su trabajo poniéndole más de una ayudante para las labores del hogar, ocasionándole un total quiebre estructural. Todo esto abordado con mucho sentido, humor negro y ojo crítico, con personajes de un espontáneo y delirante sarcasmo, pero brillantemente bien definidos.
Es una mirada personal y una reflexión sincera de lo que miles de asesoras viven día a día, determinado por una idiosincrasia inherente y, muchas veces, involuntaria, pero que redunda en una desmedida explotación laboral, de alma y de corazón.
Esto es
“La Nana”, una película chilena filmada casi íntegramente en el interior de la casa de los Valdés, con una banda sonora casi inexistente y que fue filmada sin ninguna otra intención que “provocar”. Y que hoy por hoy, se convierte en la cinta más exitosa del año.
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